«El talento es innato y la destreza es aprendizaje«. Con esta frase queda clara la combinación entre los aspectos genéticos y la tenacidad de las sinapsis que facilitan el desarrollo de las destrezas.
Podríamos decir que para que exista una destreza debe existir una cierta intensidad de talento, ya que en caso contrario podríamos estar experimentando o repitiendo continuamente una actividad para obtener una elevada tenacidad sináptica (transmisión entre neuronas) que fomentaría el aprendizaje y posteriormente la memoria de forma no consciente, sino automática. Por ello, sin talento no hay destreza, pero sí pudiera suceder que exista el talento y no se manifieste la destreza.
Últimamente estamos asistiendo a una escalada sobre la relación entre genes y talento. No hay duda que al ser innato (el talento) dicha relación es cierta. Pero en realidad, esta relación no es con respecto a los genes sino respecto a la transcripción génica (ARN) que codifica para producir proteínas que a través de múltiples rutas metabólicas, obtiene una salida neurotransmisora en esta enorme «red viaria» cargada de metabolitos.
Dentro de esta escalada, algunas publicaciones comentan que ciertas variaciones en el cromosoma 6 son las responsables de la especialización cognitiva, pero ya le digo que dicho cromosoma contiene aproximadamente 170 millones de pares de bases que ejecutan, en una mínima parte, progresiones relacionadas con el sistema nervioso y sus células (neuronas). Le advierto que los genes no actúan en solitario, si no que son capaces de generar una paleta cromática que haría palidecer a la clasificación Pantone.
Realmente, el talento se desencadena a través del modelo neurotransmisor, manifestándose en cuanto se dan los estímulos ambientales a los que continuamente estamos expuestos.
Si atendemos a Howard Gardner y a su interesante pero insuficiente (desde el punto de vista científico) teoría de las Inteligencias Múltiples, percibiremos que diferentes “talentos” se activan con diferente magnitud e intensidad con el objetivo de relacionar al ser humano con su entorno. En estudios realizados con la tecnología algorítmica ADNe hemos conseguido una aproximación sobre la relación entre cada una de las inteligencias de Gardner y la actividad dominante de ciertos neurotransmisores. Ya le digo que se trata de investigaciones “in sílico” (secuenciación de datos con carácter predictivo) y no con ratones.
Como todo en nuestro sistema biológico, los neurotransmisores se combinan en cadenas, aportando diferentes dosificaciones en las mezclas para conseguir un resultado concreto y efímero. Por ello, no le debe extrañar que los mismos neurotransmisores se convoquen para atender a diferentes talentos. La variabilidad en la intensidad de cada neurotransmisor convocado es dependiente de la variabilidad de los demás, ofreciendo una sensibilidad extrema.
En realidad, todos los neurotransmisores están presentes en todos los talentos.
Para facilitar una explicación sencilla a todo esto, únicamente le mencionaremos aquellos neurotransmisores dominantes. Como le decía, La inteligencia Lingüística se relaciona con la liberación dominante combinada de Serotonina y GABA, al igual que la Lógico-Matemática lo hace con Glutamato y Acetilcolina, mientras la Interpersonal lo hace con Acetilcolina, GABA, Glutamato, Dopamina y Norepinefrina. Como ve, un buen cóctel…
Le ruego que no caiga en la trampa de pensar que por ser GABA inhibidor de Glutamato, esta fórmula es imposible o que la Inteligencia Lingüística es opuesta a la Lógico-Matemática. Existen procesos enzimáticos y de expresión génica en el núcleo de las neuronas (son células) que canalizan, combinan, bloquean y facilitan interacciones hasta hace poco tiempo desconocidas.
También le comento que siguiendo esta línea, en la Cátedra Innovación de la UPV hemos clasificado los “talentos” en 5 ramificaciones, tales como Estratégico, Expresivo, Creativo, Emocional y Colectivo, disponiendo cada uno de estos talentos de sus propios elementos. Le voy a poner un ejemplo sobre una medición, a través del algoritmo ADNe de las intensidades localizadas en un individuo… así… al azar…
Talento Estratégico: 70,57%, Talento Expresivo: 65,24%, Talento Creativo: 56,00%, Talento Emocional: 61,75% y Talento Colectivo: 64,20%.
Por lo tanto, podemos comentar que el “Talento” no es disyuntivo (o tengo uno o tengo otro) sino que es colaborativo y combinable.
Según nuestras investigaciones, podríamos definir los talentos en 2 características concretas: Por un lado, el talento basado en la “Especialización” y por otro, aquel talento que se basa en la “Combinación”; incluso en la combinación de registros con intensidades relativamente mediocres.
En el primer caso, el factor dominante es único y además, de forma patente y potente. En el segundo, ningún factor es claramente dominante. Digamos que nos encontramos con una línea vertical que indica altitud (primer caso) y una horizontal que indica amplitud (en el segundo caso).
¿Es posible disponer de ambos tipos de talento? La respuesta es sí; es posible pero improbable.
Para localizar esta tipología de talento, con la tecnología algorítmica ADNe se miden 2 marcadores al respecto:
- Intensidad del registro “Sm” del persotipo, siendo más especializado el individuo cuanto menor es la intensidad de dicho registro y más combinatorio cuanto mayor sea dicha intensidad detectada.
- El segundo marcador se refiere al cálculo de la consistencia y concentración de todos los registros del persotipo, obtengan una alta, mediana o baja intensidad. Ya le digo que aquí medimos la “Concentración”. Ahora entenderá porque un talento puede ser ese que se refiere a combinar aspectos relativamente mediocres…
Individuos con elevadísimas intensidades en todos los registros de su persotipo que obtengan marcadores de concentración sobresalientes… hay pocos. Piense en Leonardo Da Vinci… Quizás él disponía de ambos tipos de talento… quizás.
En definitiva, como le decía…
El talento se despierta cuando nacemos, se desarrolla mientras vivimos y con el tiempo, es reconocido por los demás como destreza.