Carmen Argudo, armadora y pescadora del Puerto de Gandia

Carmen Argudo es pescadora y armadora de dos barcos en el Puerto de Gandia. Férrea defensora de los derechos de las mujeres de la mar, lucha por visibilizar su trabajo de una manera muy activa desde hace años. Es Vicepatrona Mayor segunda de la Cofradía de Pescadores de Gandia, vicepresidenta de la Agrupación de Mujeres Pescadoras de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, así como fundadora e impulsora de la Associació de Dones de la Mar del Grau de Gandia (Adomar) de la que fue vicepresidenta.

Desde el primer instante encontré en esta mujer nacida en Oliva a alguien con empuje, que se lo ve todo hecho, muy decidida. El día 20 de mayo, en la Fase cero de la desescalada del confinamiento por COVID-19, nos reunimos en su casa a dos metros de distancia. En ese tono de cordialidad que ella tiene, y con mucho cariño, se interesó por los investigadores del Campus de Gandia de la UPV con los que ha colaborado: Paloma, Silvia y Miguel. Carmen abarca mucho.

Con la hostelería (principal cliente de los pescadores) todavía cerrada y la duda de cuándo abriría, charlamos sobre el impacto del parón que ha supuesto la pandemia en su sector y de su trayectoria como profesional del mar:

– Carmen ¿cómo ha afectado el estado de alarma a la pesca en el Puerto de Gandia?

Los primeros quince días, cuando se decretó el estado de alarma, fue un caos. Los pescadores no sabíamos a qué atenernos, igual que la sociedad en general. Llegó un momento que llegabas a la subasta y no había compradores, solo dos o tres. Tuvimos que tirar 3.000 kilos de pescado al mar.

Se generó mucha incertidumbre y no sabíamos si teníamos derecho a ERTEs por ser sector primario ya que podíamos trabajar desde el minuto cero y no sabíamos qué hacer; había muchos barcos que estaban indecisos y estuvimos dos o tres días pescando sin tener venta. Luego, la cofradía nos convocó a todos y en una reunión el abogado nos explicó muy bien lo de los ERTEs, que sí teníamos derecho a hacer ERTE y que cada cual decidiera. No estábamos obligados, sino que era decisión del armador, pero los autónomos no tenían derecho a nada en esos momentos. Yo, al ser propietaria, soy autónoma, por lo que estoy descartada.

Nos reunimos los que trabajamos en mis barcos y decidimos seguir trabajando. En vista de que los ERTEs, como nos advirtió el abogado, se iban a demorar y se iba a cobrar muy poquito porque se calcula sobre la base reguladora de nuestra cotización, que es baja, decidimos seguir adelante y ya iríamos adaptándonos a las medidas de seguridad que nos exigieran. Otros barcos no. En la cofradía trabajaba sobre un 40-50% de las embarcaciones.

Al principio, no teníamos mascarillas porque no encontrábamos, pero luego, gracias a Dulcesol, que ahora se llama Vicky Foods, con Alma de Acero, se movilizaron con asociaciones para hacer mascarillas y las primeras que tuvimos fueron de ellos, de tela. Trabajar en el mar con la mascarilla es muy difícil porque te mojas mucho y no se mantiene, pero en el puerto las llevamos todo el tiempo. La Cofradía lo puso como obligatorio y, en cuanto pudo conseguir el material, compraron escudos faciales para armadores y compradores, se instalaron geles, se consiguieron guantes…

Ahora estamos en una situación algo mejor, pero, a pesar de las pescaderías y los mayoristas, se nota la ausencia de la hostelería. Por mucho que los mayoristas compren y exporten, no es lo mismo porque el virus y el estado de alarma está en toda Europa.

– Cuénteme cuál es su profesión, pescadora, armadora…

Mi trabajo es salir al mar a pescar y compaginarlo con la faena de ama de casa, que no es poco. Soy armadora, que significa que soy la dueña de dos barcos: Iceberg Uno y la Nueva Martina. La Nueva Martina, aunque la lleva mi hijo, la gerencia y la administración las llevo yo.

<< Un barco es una empresa que lleva mucha burocracia, aunque a veces parezca que no.>>

– ¿Cómo llegó a ser pescadora?

Por mi marido, que viene de familia de pescadores. Él es pescador desde los 14 años y cuando le conocí, para mí no existía el mar, era la playa. Ahora es al revés, para mí no es playa, es mar. Me casé con él muy joven, a los 18 años, y tuve a mi primer hijo. Yo soy de Oliva y me vine a vivir al Grao de Gandia con él y empecé a vivir lo que era este trabajo porque mi suegra toda la vida ha sido redera y ella me enseñó a hacer redes y el trabajo que hacían las mujeres amas de casa, que era ayudar cuando llegaba el barco a puerto a desempescar, que es quitar el pescado de las redes.

Enseguida tuve a mi segundo hijo y, cuando nuestros hijos se hicieron un poco mayores, mi marido y yo pensamos que, con mi suegra viuda, un barco y más hermanos, teníamos que pensar en nuestra propia familia porque todos no podíamos vivir de una sola barca que tenía la familia. Empezamos a darle vueltas a tener nuestro propio barco, pero con dos niños pequeños sacarme el título de marinero, ponerme a estudiar y echarnos a la mar, era difícil. Yo me atrevía, pero necesitábamos ayuda. Por suerte, mi suegra nos dijo que estaba ahí para lo que hiciera falta ya que el trabajo del mar no se puede compaginar con la familia.

– ¿Cómo es un día de su trabajo?

Un día estándar en el que todo va rodado, me levanto a las 6 de la mañana, que no es de los días que me levanto más temprano.

Cogemos el barco, cuando rompe el sol ya estamos navegando hasta la red o al palangre, depende del arte de pesca que lleves. Nosotros, el Iceberg, normalmente vamos a la red o al pulpo y la otra barca va siempre a la red o al palangre.

Ya en el sitio, recogemos la red, vamos al puerto, quitamos el pescado, lo que llamamos desempescar, limpiamos las redes, pesamos en la cofradía y volvemos a salir a calar las redes para el día siguiente. Esto puede suceder un día a las 12 de la mañana y otros a las 5 de la tarde todavía estás en el puerto, depende de la cantidad de pescado, de la red, de la cola para pesar…

– ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

Es un trabajo que si no lo vives no se puede saber. Es la libertad que te da. Tiene lo suyo, pero yo no sabría hacer otra cosa. Me han ofrecido otros trabajos y los he rechazado para quedarme en el mar. No sé si es algo sentimental o que es tuyo y es tu vida y te dices ‘esto es mío y lo tengo que sacar adelante”

– ¿Lo que le resulta más complicado o le gusta menos?

Lo más difícil ha sido cuando mis hijos eran pequeños y nos íbamos para dos o tres días, que también lo hemos hecho porque hemos sido muy pioneros siempre mi marido y yo. Hemos hecho un buen equipo, la verdad.

Lo que más me ha costado es no estar más con mis hijos y la organización de ellos.

– Está claro que el porcentaje de mujeres en este oficio es muy bajo ¿Qué medidas cree que podrían impulsar que este oficio fuera considerado por las mujeres como una salida laboral/ profesional?

Yo lo veo muy difícil. Cada vez hay más mujeres que van al mar, pero es muy difícil porque, o tienes que esperar a tener los hijos, o como algunas compañeras de toda España que he ido conociendo en eventos de cofradía, asociaciones, congresos de mujeres, que están sacrificando ser madre por ir al mar. Ellas te lo dicen así ‘o voy al mar o soy madre’. Hoy por hoy eligen la profesión. Es muy complicado tener familia a no ser que tengas a alguien como tu madre o suegra disponibles 24 horas al día.

No creo que una ayuda económica fuera a solucionar este problema. Las mujeres y los hombres tenemos las mismas condiciones, ya sea como marinero, como patrón local, patrón costero o de capitán.

En una empresa que no sea en el mar se puede trabajar embarazada, pero no en el mar.

– Es usted claramente una mujer emprendedora. Además de armadora, es usted vicepresidenta de la Cofradía de Pescadores de Gandia y también creadora de la Associació de Dones de la Mar del Grau de Gandia (Adomar) de la que también fue vicepresidenta. Ha recibido reconocimientos de La Red Española de Mujeres en el Sector Pesquero (entidad impulsada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) y del Ayuntamiento de Gandia.  Además de estos puestos, ejerce un papel muy activo en numerosas acciones por los derechos de todas las mujeres que dedican su vida laboral a tareas relacionadas con la pesca en la capital de la Safor.

Fui creadora de Adomar aunque ya no estoy en ella, salí de la asociación porque cambió su sistema, con el que yo no me veía tan identificada, y también surgió en la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores una asociación de mujeres y me he metido en esta asociación, soy la vicepresidenta.

También hace muchos años que estoy en la cofradía de Gandia y en la federación provincial.

– ¿Son las condiciones laborales de las mujeres del sector pesquero iguales en todas las zonas de España?

No, hay diferentes realidades según la zona de España.

En la zona del Mediterráneo, contando Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Cataluña y Baleares, somos más que el resto de los territorios, pero estamos menos organizados y vamos más lento.

En el norte, País Vasco y Cantabria, han conseguido que la labor de las rederas esté tipificada como un trabajo cuando en el Mediterráneo no está reconocido. Las gallegas por su parte, a base de luchar con su comunidad autónoma, consiguieron equipararse con las vascas y es lo que estamos intentando nosotras ahora. Nos está costando porque no tenemos rederas apenas.

Es una pena, las rederas están despareciendo y, como consecuencia, cuando una red se rompe, la tiramos y compramos una nueva.

– A lo largo de su trayectoria profesional habrá visto transformarse el sector, embarcaciones, lonjas… ¿qué cambios destacaría?

La tecnología es lo que más ha cambiado, no ya desde que empecé con mi marido, sino desde que yo empecé con mi barco, con el Iceberg, en 1996. Ahora, cuando compramos un sónar, una sonda, un radar me sorprendo de lo que podemos ver. Antes era todo manual, funcionábamos con una sonda manual con un plomo y sebo. La dejabas caer con tantas brazas de cuerda y cuando la subías ya mirabas si era alga, pedrusca (rocalla), arena…y ahora vemos perfectamente el fondo.

Hasta los aparejos han cambiado muchísimo. El alador de la red, palangre o pulpo, que nosotros lo llamamos chupa-chup, ha cambiado tanto que te facilita el trabajo barbaridades.

– ¿Qué papel diría que tiene o debería tener la innovación en la pesca?

Ha cambiado mucho la manera de vender, la de etiquetar, todo. Por ejemplo, la cofradía de Gandia ha sido pionera en la venta por internet, llevamos unos 7 años vendiendo por internet.

Ha habido innovaciones como el cambio de subastar de viva voz a la pantalla, con mando, las cajas en la cinta eléctrica y no una a una…. Todo es más rápido y cómodo. Esto ya nos pareció un cambio enorme.

Por otra parte, el etiquetado ha cambiado mucho, tenemos hasta QR. Gandia ha sido pionera con el proyecto de QR: al pescado de calidad se le pone una etiqueta y con el móvil, leyendo la etiqueta del QR, te sale toda la información como el día en que ha sido pescado, el patrón del barco que lo ha pescado, ¡incluso su foto! esto es lo último que se ha incorporado.

En cuanto a conservación medioambiental, lo cuidamos muchísimo, desde hace muchos años trabajamos con dos empresas para el tratamiento de desechos. Vamos recogiendo plásticos y otros residuos, los depositamos en unos contenedores que tenemos en el puerto y una vez a la semana se lo llevan para reciclarlo o tirarlo si no se puede reciclar.

También participamos en un estudio sobre las aves marinas que dirige la Universidad de Barcelona en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía. Si encontramos alguna gaviota, lo comunicamos y ellos utilizan la información para estudiar si las áreas protegidas en el mar son eficaces para la conservación de las aves marinas que se reproducen en nuestras costas. A nivel de comunidad Valenciana colaboramos en estudios sobre biodiversidad.

Y la última innovación que estamos trabajando ahora es en el Pesca- turismo. He presentado mis dos barcos para ello. Consiste en que lleves a alguien a pasar una jornada de pesca. Nos tienen que dar autorización porque en un barco de pesca no puedes llevar pasajeros. Estaba ya casi cerrado, pero, al pasar lo del COVID, se ha quedado parado. En Palma de Mallorca es uno de los sitios donde se lleva haciendo más tiempo y tiene mucho éxito y algunos barcos del Puerto de Gandia hemos decidido invertir un poco para introducir este esquema de trabajo.

– Tengo la sensación de que el suyo es un oficio que la población no conocemos bien aunque lo tenemos muy cerca. Por este motivo, me gustaría aprovechar la entrevista para acercar su tarea a las personas que nos leen.

Por un lado, defina los oficios que las mujeres vienen desempeñando tradicionalmente en la pesca en nuestra zona:

Pescadora, es la mujer que va al mar, a pescar.

Redera, se dedica a los artes de pesca, a las redes, tanto a reparar como a tejer nuevos.

Armadora, propietaria del barco. Puede ir embarcada y pescar o no.

Posadora, o posera en valenciano, aquí quedan 3 ó 4, es normalmente una armadora que no va al mar, espera a que llegue el barco, ayudan a coger y clasificar el pescado, llevarlo a la subasta, pesarlo, recoger albarán del día, llevar la contabilidad del barco, la gestión administrativa de la embarcación, la compra de suministros, el mantenimiento del barco.

Y por otro, ¿Qué productos/ especies se trabajan en el puerto de Gandia?

Aunque hay muchas especies más, lo más típico de aquí es la sepia, que hay todo el año. Lo demás va por temporada. Ahora es época de pulpo, pescado de escama, enseguida viene la temporada de langostino, en septiembre el salmonete… Lo que está claro es que la sepia se coge todo el año. Además, la sepia se vende sola. Sobre todo, nos la compran en Barcelona.

Tras la entrevista Carmen me regaló consejos y trucos sobre cómo comprar y cocinar pescado que no puedo dejar de compartir, especialmente dos:

Para que nos salga la sepia lo más parecida a cómo la sirven en los bares, la plancha muy caliente y comprar la sepia que llamamos ‘sucia’

Las Tres F: Fresco, Frito y Frío es como mejor está el pescado

También me mostró vídeos en los que llevan delfines como compañía, como si tirasen de la proa del barco con hilos invisibles. Una preciosidad que tienen el placer de disfrutar cuando salen a trabajar. Lo cierto es que Carmen parece disfrutar siempre porque sonríe todo el rato y porque todo lo que hace le parece fácil.